La ciudad y la construcción de actitudes sustentables:
un curso-taller con estudiantes universitarios para la educación ciudadana

María Curiel Bellon y Evelyn Diez-Martínez Day
Maestría en Educación para la Ciudadanía, Facultad de Psicología.
Universidad Autónoma de Querétaro.


Aprender de la ciudad y aprender la ciudad implica reconocer que la ciudad es un “lugar donde se produce un modo de vida” (Copetti, H., De Souza, 2012). Este producir un modo de vida es necesario e indispensable que se construya desde principios sustentables para poder hacer frente a la crisis insostenible que se vive en el planeta.

La sustentabilidad se basa en la idea de que la sociedad, el medio ambiente, la cultura y la economía están interconectadas. Cuando hablamos de sustentabilidad nos referimos a aquellas condiciones en el desarrollo de una sociedad que son socialmente justas, económicamente viables, culturalmente aceptadas y ecológicamente equilibradas (Curiel, J.L., Espinosa, E., 2004). También la sustentabilidad involucra la participación activa de la gente, es un enfoque basado en la movilización política (Barkin, 1998). El desarrollo sustentable debe tomar en cuenta la dimensión personal y la felicidad de la gente (Novo, 2013).

En términos de actitudes/motivos Corral Verdugo (1998) plantea que “las actitudes/motivos no refieren a acciones o eventos puntuales, sino a colecciones de actividades o eventos”. Para él las actitudes/motivos son disposiciones dependientes de las situaciones. Las actitudes surgen de las decisiones que las personas toman en su vida diaria. Estas decisiones se derivan básicamente de evaluaciones, sean éstas racionales o no. Al tomar una decisión, una persona manifiesta preferencias o hace elecciones. “Las actitudes/motivos se “organizan” como colecciones de eventos que pueden ser “accedidas” por el sujeto. La situación en la que ocurre la interacción organismo-ambiente, así como las experiencias previas se combinan para actualizar esas tendencias” (Corral, 1998). Si las actitudes/motivos ocurren en una situación de interacción, la Ciudad es un escenario que permite hacer visibles las situaciones desde las cuales se construyen y pueden construirse estas. Recuperando a Jurado (s/f) la ciudad “puede ser entendida como un “espacio social” en constante recomposición”. El mismo autor nos deja entender que la ciudad es un espacio cultural y colectivo. Para Borja y Muxí (2000) en la ciudad “las relaciones entre los habitantes y entre el poder y la ciudadanía se materializan, se expresan en la conformación de las calles, las plazas, los parques, los lugares de encuentro ciudadano, en los monumentos.” Se materializan los valores, los significados y las representaciones de una sociedad.

Jordi Borja plantea que la ciudadanía se origina en las ciudades y que la ciudad es intercambio, comercio y cultura. El mismo autor señala tres dimensiones que hacen una ciudad;

“La ciudad es la urbe, la “urbs”, concentración física de personas y edificios, diversidad de usos y de grupos, densidad de relaciones sociales. Es “civitas”, lugar del civismo, donde se dan procesos de cohesión social- y se perciben los de exclusión, de pautas culturales que regulan relativamente los comportamientos colectivos, de identidad que se expresa material y simbólicamente en el espacio público y en la vida ciudadana. Y es “polis”, los ciudadanos se realizan mediante la participación en los asuntos públicos, la ciudad es históricamente lugar de la política, de ejercicio del poder.” (Borja, 2002)

En relación a la ciudadanía Tamayo (2003) escribe que ella encuentra en la ciudad su espacio de máxima representación y expresión; el espacio público, la polis. Paul Barry Clarke (citado en Tamayo 2003) plantea que el Yo (privado) y el ciudadano (público) no han de estar divididos, pues la acción ciudadana siempre partirá del individuo. Para Dobson (2005) “los actos privados pueden tener implicaciones públicas de modo que pueden relacionarse con la categoría de ciudadanía”. Él plantea que “la primera virtud del ciudadano ecológico es la justicia. Más específicamente, diríamos que la virtud de la ciudadanía ecológica se encamina a asegurar una distribución justa del espacio ecológico.” A lo que integra que hay otras virtudes que pueden ser consideradas como secundarias pero que son importantes para ejercer la justicia, como son la simpatía, el cuidado y la compasión.

Recuperado las dimensiones propuestas por Jaume Trilla (1997) sobre la relación entre ciudad y educación podemos decir que aprender la ciudad es “hacer de la ciudad objeto de educación [lo que] significa superar estos límites de superficialidad y parcialidad que a menudo presenta el aprendizaje directo y espontáneo que se realiza del medio urbano.” (Trilla, 1997). Aprender la ciudad es aprender a utilizarla; sobrepasar la parcela de ciudad que constituye el hábitat concreto de cada cual; ampliar el horizonte de las vivencias inmediatas y cotidianas del propio entorno urbano; aprender a leerla críticamente; promover una actitud participativa, pues la ciudad no es un objeto de conocimiento externo al aprendiz ciudadano, es un objeto con el que se encuentra directa y vivencialmente implicado. Aprender la ciudad es, finalmente, aprender a participar en su construcción.

En este sentido se plantea que un curso que recupera a La Ciudad como contenido educativo puede permitir la construcción de actitudes/motivos sustentables; colecciones de actividades o eventos que se construyen en procesos de interacción social y a las cuales accedemos para evaluar de un modo determinado la realidad, tomar decisiones y realizar acciones.

Extracto de artículo publicado en: Investigación en educación y valores: Ética, ciudadanía y derechos humanos. (2018) Universidad Autónoma del Estado de Morelos. ISBN: 978-607-8434-77-0

Para leer el artículo completo y referencias bibliográficas visitar http://riaa.uaem.mx/xmlui/handle/20.500.12055/335?show=full